Deja un comentario La isla de Lampedusa era un destino turístico tradicional en Italia: en el medio del Mediterráneo, con un clima estupendo, en un entorno sin masificar, lleno de posibilidades. Sin embargo, el verano pasado fue un desastre. Y este año parece que va por el mismo camino. ¿La razón? Los turistas, que probablemente entienden y hasta comparten que hay que ayudar a los inmigrantes ilegales, no quieren ser molestados con pateras, policías, etcétera. Por lo tanto, han abandonado la isla. Es el mismo temor que azota a los comerciantes turísticos de Lesbos, en Grecia, a un tiro de piedra de Turquía, que han visto cómo su negocio se esfumaba en un instante, como desgrana esta sección Fin de semana de análisis en REPORTUR.
El turista, desde luego, no es un alma caritativa: si corre riesgo se marcha inmediatamente. Incluso aunque el riesgo sea, como en estas islas, mucho menor. Más evidente son los problemas a los que se enfrenta Latinoamérica, si la infección del Zika continua como va. Unas pocas noticias alarmantes -que la prensa no dudaría en magnificar- y el problema podría ser mayúsculo, dejando a Lampedusa o Lesbos en minucias. En estos momentos ya son 21 países los que están afectados por el virus que, como sabíamos, se trasmitía por la picadura de un mosquito, pero que parece que también podría trasmitirse en el acto sexual.
Sin embargo, pese a todas las alarmas lanzadas, hasta el momento las cancelaciones de vacaciones en la región son mínimas. Pero aún quedan varios meses para las Olimpiadas de Río, con lo que la viabilidad económico turística es dudosa o al menos queda teñida de incertidumbre. El riesgo se ha vuelto especialmente mayor desde que la Organización Mundial de la Salud anunciara que este virus se está expandiendo ampliamente por el continente, con especial incidencia en Brasil. Al declararse la emergencia, para los viajeros es más fácil la cancelación de vacaciones, porque las compañías de seguros ahora sí asumen el coste. Especialmente si existe una recomendación médica que apunte a que no es recomendable el viaje, sobre todo en el caso de embarazadas. Por supuesto, siempre que el billete se hubiera comprado antes de la declaración de la OMS.
Primera prueba, superada. El carnaval de Río, en cierta medida, era una primera prueba de qué reacción tendría el público. Los hechos indican que no ha habido variaciones significativas. Sin embargo, en muchas otras localidades de Brasil sí se ha suspendido esta celebración. Río, sin embargo, ha mantenido el tipo, y ha recibido como en otros años, en torno al millón de visitantes.
Los agentes de viajes de varios países emisores admiten que la situación no es fácil pero que, por el momento, no hay cancelaciones. Eso sí, hay muchas preguntas sobre la dimensión exacta del riesgo, de la zona concreta que se va a visitar, etcétera. Incluso en Recife y Salvador, donde el efecto del virus es especialmente notable, no se ha notado una pérdida de visitantes. En concreto, Recife congregó un millón de personas, según las estimaciones de las autoridades (El hundimiento turístico de Brasil al detalle con datos y argumentos).
El problema del Zika es más delicado para las navieras que organizan cruceros por el Caribe y que, sobre todo, se dedican al público americano. Una línea de su negocio son los recién casados. Como quiera que el virus causa problemas en las situaciones de embarazo, aquí sí se han detectado cancelaciones. No son importantes, pero sí ha habido. Las navieras ofrecen viajes alternativos, a regiones sin riesgo. Esto, sin embargo, no ha impedido que las compañías perdieran valor, ante el temor a que el problema se agrave. La Royal Caribbean International, que ya tenía dificultades de mercado, cayó fuertemente en la bolsa. Norwegian, otra naviera, cayó un siete por ciento al día siguiente del anuncio de la Organización Mundial de la Salud, mientras que el valor de Carnival cayó un seis por ciento en sólo un día.
El Turismo contiene la respiración. Lo que está ocurriendo está en el límite de la catástrofe, pero aún no tiene gran importancia. Todo queda pendiente de varios factores: la extensión de la enfermedad, la aparición de casos más graves, el hipotético descubrimiento de casos de trasmisión no contemplados y, por supuesto, la aparición en los medios de alguna víctima no local. Mientras, la situación va aguantando.
Quien tiene un riesgo turístico de primer orden es Brasil. Las Olimpiadas de este verano estaban pensadas para ser su carta de presentación al mundo desarrollado, como potencia emergente. Incluso aunque el Zika no hubiera aparecido, la crisis financiera del país y, sobre todo, la corrupción que azotó al principal partido político, han causado un verdadero hundimiento de las expectativas. Hoy Brasil sólo espera que las Olimpiadas no sean un desastre, que puedan celebrarse con corrección. Es todo. La situación social, en condiciones inmejorables cuando se presentó la candidatura al Comité Olímpico Internacional, ha empeorado sensiblemente. Medio Gobierno está acusado de corrupción y la inseguridad de Río sigue siendo proverbial. A lo que, como punto más crítico, se suma ahora el virus.
Las autoridades mantienen un discurso optimista: tenemos un problema, estamos haciendo exactamente lo que nos indican las autoridades sanitarias internacionales y no existe más riesgo que el habitual. El Gobierno ha creado un verdadero ejército de fumigadores integrados por doscientas mil personas, que está desinfectando los charcos donde se desarrollan los mosquitos. No hay datos sobre la eficacia real de esta medida, aunque sí trasmite una imagen de rigor y preocupación. De hecho, el virus del Zika está presente prácticamente en las mismas zonas en las que se extiende el virus del dengue, que también se trasmite mediante mosquitos. El dengue, peligroso, es conocido y parece descontado por los viajeros internacionales.
La prensa internacional ha ventilado el asunto y también recoge las palabras de los portavoces del Gobierno. Concretamente, Mario Andrada, director de comunicación, ha afirmado que hasta el momento no existe constancia alguna de cancelaciones de cara a las olimpiadas de agosto, aunque sí hay una amplia demanda de información sobre la realidad de la enfermedad.
