Fin de semana de análisis en REPORTUR

Hoteleros a la vez que dueños de periódicos para hacer de lobby

Hoteleros lo que temen son a unas OTAs que a su vez temen a Airbnb
Las hoteleras latinas ascienden posiciones en el ranking mundial

Álvaro Alcocer | 2 de abril de 2016 1 comentario


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Eustasio López se convirtió hace unos meses en el tercer hotelero español en ser accionista de un gran periódico. El dueño de la cadena Lopesan entró en el capital de El Español, el digital del conocido periodista local Pedrojota Ramírez, y se sumó en su nueva faceta de editor a los Barceló, propietarios de El Mundo de Baleares, y a Francisco Millares, de THB, accionista de mallorcadiario.com (Llamativas inversiones de tres hoteleros en medios informativos).

Para unos empresarios cuyos negocios originarios disfrutan de elevados márgenes, resulta difícil justificar estas inversiones por su rentabilidad directa, ya que las cuentas de los periódicos se tiñen de rojo casi sin excepción, como desgrana esta sección Fin de semana de análisis en REPORTUR.

El valor de estas inversiones, obviamente, estriba en su influencia. Es decir, en ejercer presión, labor que hasta la fecha corresponde en teoría a los ‘lobbies’. Es mucha la cantidad de dinero que los hoteleros se juegan en las cuestiones políticas, y en este sentido, tener mayor poder para condicionar a las autoridades puede compensar con creces la plata invertida en la prensa.

Dos motivos pueden explicar esta tendencia de hoteleros metidos también a editores. En primer lugar, la pobre hoja de resultados de los tres grandes lobbies turísticos de España—Exceltur, CEOE y la Mesa de Turismo—. Tan solo los sectoriales como Cehat o Ceav han demostrado utilidad real. En segundo lugar, que los dueños de las cadenas vienen de vivir magníficas temporadas turísticas, y las inversiones en los medios suponen volúmenes mínimos para la liquidez que manejan en los últimos tiempos.

Sobre los lobbies, se esperan que influyan tanto en los políticos como en la opinión pública. Para ello, elaboran en algunos casos sesudos informes, mientras otras veces emiten declaraciones contundentes. El impacto en las autoridades depende en gran medida por el efecto en la opinión pública, tarea para la cual los periódicos se han demostrado como los más efectivos. En la práctica, un informe o una declaración pueden acabar en una pequeña columna en un diario, de modo que los intentos de ejercer algo de presión caen en saco roto ¿No sale más a cuenta influir directamente en el medio?

 

LOS MALES. El fracaso de los lobbies turísticos en España se demuestra en el desfase entre el elevado peso que tiene el sector en la economía, y la nula importancia que desde las autoridades se le ha dado históricamente al Turismo. La última prueba más gráfica de este lapso aconteció en el último debate electoral entre los líderes del PP y PSOE antes de los comicios del 20-D, donde a la primera industria del país únicamente se le dedicaron 10 segundos, y tan solo por parte de un candidato, y sin ningún alarde especial de comprender lo estratégico para el país de su primera fuente de empleo (Diez segundos le dedican al turismo el “indecente” Rajoy y el “ruin” Sánchez).

Ahí se evidencia la muestra más palpable del fracaso de los lobbies turísticos en España, un país que precisamente es referencia y líder mundial en solo dos campos: el Fútbol —Real Madrid y Barcelona—, y las cadenas de resorts (Amadeus y las hoteleras, entre los 61 puntales de la ‘Marca España’).

Tres son los argumentos que explican este desfase. Primero, la dispersión del mensaje, pues tres lobbies distintos se deslegitiman entre sí, y evidencian falta de unidad. Segundo, los personajes al frente de estas asociaciones, ya que se trata en insignes casos de los empresarios menos modélicos, sospechosos de fraudes masivos o de protagonizar impagos por insolvencia. Y tercero, una mezcla de los dos argumentos anteriores, basado en lo que realmente buscan quienes están a la cabeza de estos lobbies, que usan a estas organizaciones para acercarse al poder político en búsqueda del interés propio en vez del general. El resultado del cóctel es una falta de legitimidad que se traduce en poder ínfimo de interlocución.

Ante este panorama, gigantes como Riu han optado por integrarse en organizaciones como más generalistas como el Instituto de Empresa Familiar (IEF), o la agrupación de Cadenas Hoteleras (ACH), o regionales como Inverotel, pues las grandes hoteleras españolas tienen su principal parte del negocio fuera de su país.

 

EN JUEGO. El turismo de ‘sol y playa’ ha sostenido a la economía española en sus peores años. La anterior legislatura fue la prueba más palmaria de lo que supone no tener un lobby fuerte en el sector turístico. El PP de Mariano Rajoy se había pasado toda la campaña prometiendo la bajada del IVA turístico, y no solo no cumplió su promesa, sino que hizo lo contrario, haciéndose los sorprendidos por la herencia recibida de Zapatero, y justificando en ello el incumplimiento.

Pero no solo la industria tuvo el golpe de los impuestos. También la llegada del PP al Gobierno trajo un alza de las tasas aeroportuarias que llevaron a las principales aerolíneas a cerrar bases y cancelar rutas. Nadie supo explicar que en ningún caso podía compensar la ganancia con la subida de tasas con lo que se perdía en lo que genera la actividad turística.

Y junto a la errónea política aeroportuaria también cabría añadirle los desperfectos para el interés común que generan otros asuntos como la disgregada promoción turística por regiones, la falta de peso en que plataformas como Airbnb cumplan las mismas normas que el resto —el lobby del taxi dio ejemplo con Uber de lo que se puede lograr—, así como las dispares legislaciones autonómicas de ese país.

Para esta pobre hoja de resultados, las grandes empresas turísticas abonan enormes cuotas a los lobbies. En cambio, la inversión en ser editores no es a fondo perdido, pues se entra en un capital que, aunque no dé dividendo, sí se puede obtener plusvalía con su venta, además del mayor rédito en influencia política.

El problema es encontrar a periodistas que no creen medios sin influencia, como ocurre con la mayoría, ya que hoy los periódicos son propiedad de empresarios en vez de periodistas. Barceló, Lopesan y THB, por ello, han optado por participaciones accionariales dejando a periodistas el control editorial. Esta lógica anticipa que en el futuro la citada tendencia posiblemente irá a más de no darse los lobbies un profundo lavado de cara y una reorganización en sus bases.

 

AMÉRICA LATINA. Los dos grandes periódicos de Colombia son propiedad de empresarios dueños de las mayores cadenas hoteleras de ese país. El Tiempo, el principal diario generalista colombiano, y Portafolio el principal económico, son propiedad ambos de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el primer banquero del país y dueño de Hoteles Estelar (Dueño de Hoteles Estelar adquiere acciones de El Tiempo). El segundo mayor periódico colombiano, El Espectador, es propiedad de Alejandro Santo Domingo, heredero de cerveceros y dueño de Decameron, la mayor cadena sudamericana de resorts.

En México ocurre lo mismo con el propietario del grupo hotelero Camino Real, Olegario Vázquez Raña, que es el dueño del conglomerado mediático Excélsior, con un periódico de ese mismo nombre que es el tercero del país, además de un holding que incluye a otras actividades, principalmente el hospitalario (Grupo Real Turismo invertirá el doble en 2015 en remodelar hoteles).

Ello se suma a la tendencia mundial en prensa, que en los últimos tiempos viene registrando como sus principales cabeceras caen en manos ajenas a los meros editores.

En España, el grupo Prisa ha pasado a estar controlado por el Banco Santander, Telefónica y La Caixa, además de por el empresario mexicano dueño de Viva Aerobús, Roberto Alcántara. A escala global, Carlos Slim se ha convertido en el primer accionista de The New York Times; Jeff Bezos, fundador de Amazon, en el dueño de The Washington Post, o la familia Agnelli, propietarios de Fiat, en dueños de The Economist. En todos los casos se trata de exitosos inversores que tienen en los periódicos sus negocios menos rentables, aunque parece evidente que para gente tan avispada el valor viene de otra parte, y debe salir claramente a cuenta a tenor de la oleada mundial.


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    Silvano
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