La asociación hotelera de Riviera Maya, sin la fuerza de la de Cancún

La Riviera Maya es hoy probablemente el gran destino con mayor nivel de lujo de todo el mundo. Lo es por su planta hotelera joven; sus máximos estándares mundiales de calidad, y por un entorno y un clima único. Suma unos 40 mil cuartos, los mismos que Cancún, pero no ha logrado que su gremio hotelero tenga el mismo peso del que cuenta el otro gran destino de Quintana Roo. La AHC que ahora comanda Gosselin, y hasta hace unos meses el fenecido y admirado Roberto Cintrón Díaz del Castillo, es un verdadero poder fáctico, escuchado y temido por los políticos, al revés de lo que ocurre con la asociación hotelera de la Riviera Maya. Gosselin, de su época en la industria de la vivienda, es un experto en lidiar con políticos, pero la gran influencia que tiene hoy la AHC viene de antes, de mucho antes, y su fuerza se justifica entre otras cosas en la variedad e implicación de sus miembros, desde Zozaya a otros mexicanos que sí viven en su país de origen. En cambio, la Asociación Hotelera de Riviera Maya pasa desapercibida en los medios de comunicación y apenas se le conoce efecto alguno en las grandes decisiones políticas, pese a –al menos– la misma dimensión del destino que Cancún. Una de las últimas pruebas de ello fue la rápida respuesta que consiguió la AHC con el sargazo. En cambio, en Riviera Maya ha faltado unión entre los hoteleros, y ha quedado como reducto para solo uno o dos de ellos, quedándose así sin fuerza para plantar cara y debate por ejemplo sobre el deseado aeropuerto en la zona. Todos perdemos sin una sociedad civil fuerte.