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El desastre de la mayor aerolínea low-cost del mundo, la americana Southwest, puede terminar por costarle muy caro, especialmente porque hasta el presidente Joe Biden dijo que va a exigirle sus responsabilidades.
Este miércoles canceló 2.504 vuelos y para este jueves se esperaba que no fueran a volar 2.356.
Los pilotos de la compañía, que están extraviados sin saber en qué avión han de trabajar, están teniendo que reservarse sus propios vuelos, dado que la compañía no está respondiendo.
Apenas unos pocos vuelos están aún operativos, con aeropuertos a través de los que se filtran miles de maletas amontonadas, como vino revelando REPORTUR.us (Southwest, incapaz de operar: Elliott prueba su desorden interno).
La compañía ha vuelto a pedir disculpas y decir que está trabajando para normalizar la operación, lo cual efectivamente está sucediendo, pero a un ritmo mínimo.
Otras aerolíneas rivales han limitado el precio de sus billetes en ciertos aeropuertos para facilitar que los pasajeros de Southwest finalmente puedan llegar a los destinos que la low-cost no parece en condiciones de ofrecer.
Expertos en aviación consideran que el software con el que Southwest lleva a cabo la gestión de su programación de vuelos está desfasado. Bob Jordan, el director general, dijo que la aerolínea necesita mejorar sus sistemas informáticos para que “nunca más tengamos que enfrentarnos a una situación como esta”.
El departamento de Transportes ha insistido en que exigirá responsabilidad y que analizará si las cancelaciones se pudieron evitar y si se está cumpliendo con el plan de atención al cliente.
